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  • Pero supongamos que los muertos sin fin despertaran en nosotros algún emblema: podrían señalarnos los amentos que cuelgan de los avellanos vacíos, o dirigirnos a la lluvia que desciende sobre la tierra negra al comienzo de la primavera. --- Y nosotros, que siempre pensamos en la felicidad que se eleva, sentiríamos la emoción que casi nos desconcierta cuando cae algo feliz.