Ella era una de esas personas que nacieron para la grandeza de un solo amor, para el odio exagerado, para la venganza apocalíptica y para las formas más sublimes del heroísmo, pero fue incapaz de moldear su destino a las dimensiones de su vocación amorosa, así que lo vivió como algo plano y gris atrapado entre las paredes de la habitación de la enferma de su madre, las miserables viviendas y las torturadas confesiones con las que esta mujer grande, opulenta y de sangre caliente -hecha para la maternidad, la abundancia, la acción y el ardor- se consumía a sí misma.