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Las horas entre las ocho de la tarde y la una o las dos de la madrugada siempre han sido mis horas mágicas. Sobre la colcha azul de mimbre, las páginas blancas de mi libro abierto, iluminadas por un círculo de luz, eran la puerta a otro mundo.
Las horas entre las ocho de la tarde y la una o las dos de la madrugada siempre han sido mis horas mágicas. Sobre la colcha azul de mimbre, las páginas blancas de mi libro abierto, iluminadas por un círculo de luz, eran la puerta a otro mundo.