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Nunca había visto nada parecido al cambio que se produjo en sus facciones, y espero no volver a verlo jamás. No me conmovió. Estaba fascinado. Fue como si se hubiera rasgado un velo. Vi en aquel rostro de marfil la expresión de un orgullo sombrío, de un poder despiadado, de un terror cobarde... de una desesperación intensa y desesperanzada. ¿Vivió de nuevo su vida en cada detalle de deseo, tentación y entrega durante aquel momento supremo de completo conocimiento? Gritó en un susurro ante alguna imagen, ante alguna visión... gritó dos veces, un grito que no fue más que un suspiro: ¡El horror! ¡El horror!