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  • La fe precede al milagro. Siempre ha sido así y siempre lo será. No llovía cuando Noé recibió la orden de construir un arca. No había ningún carnero visible en la espesura cuando Abraham se dispuso a sacrificar a su hijo Isaac. Dos personajes celestiales aún no se veían cuando José se arrodilló y oró. Primero vino la prueba de la fe y luego el milagro. Recuerda que la fe y la duda no pueden existir en la misma mente al mismo tiempo, porque una disipará a la otra. Desecha la duda. Cultiva la fe.