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Dominar nuestras emociones no tiene nada que ver con el ascetismo o la represión, ya que el propósito no es romper las emociones o negarlas, sino "domar" las emociones, haciéndolas enseñables porque están domesticadas.
Dominar nuestras emociones no tiene nada que ver con el ascetismo o la represión, ya que el propósito no es romper las emociones o negarlas, sino "domar" las emociones, haciéndolas enseñables porque están domesticadas.