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  • El silencio descendió, un silencio tan consumidor que incluso los pasillos con corrientes de aire dejaron de silbar. Bog no sabía dónde mirar, así que resolvió el problema sacándose los ojos y metiéndolos en un cajón.

    A. Lee Martinez (2006). “Gil's All Fright Diner”, p.277, Macmillan