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Me guste o no, la mayoría de mis imágenes de cómo se sienten, huelen o suenan los distintos periodos históricos las adquirí mucho antes de pisar ninguna clase de historia. Proceden de Margaret Mitchell, de Anya Seton, de M.M. Kaye y de otros muchos autores, en sus agrietadas encuadernaciones de plástico de biblioteca. Tanto si los historiadores lo reconocen como si no, la novela histórica, prima ilegítima de la historia académica, desempeña un profundo papel en la formación de concepciones generalizadas de las realidades históricas.