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Si la hubieran dejado en paz, habría seguido adelante, a su manera, divirtiéndose a fondo, hasta que la gente descubrió un día que se había convertido imperceptiblemente en una de esas mujeres que se han hecho viejas sin haber sido nunca de mediana edad: un poco marchita, un poco ácida, dura como una piedra, sentimentalmente bondadosa y adicta a la religión o a los perros pequeños.