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  • Al cabo de un tiempo descubrí que casi podía escuchar el silencio, que tenía una dimensión propia. Empecé a atender a su extraña y hermosa textura, que, por supuesto, era imposible expresar con palabras. Descubrí que me sentía en casa y vivo en el silencio, lo que me obligaba a entrar en mi mundo interior y dar vueltas por allí. Sin la distracción de una conversación constante, las palabras de la página empezaron a hablar directamente a mi interior. Ya no expresaban ideas simplemente interesantes desde el punto de vista intelectual, sino que hablaban directamente a mi propio anhelo y perplejidad.