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Mi mente, lo sé, puedo demostrarlo, planea sobre alas de colibrí. Se cierne y se agita. Y cuando funciona a pleno rendimiento, la agitación no se detiene. Las máquinas no descansan, los sistemas rara vez se enfrían. Y aunque puedo olvidar cualquier cosa importante -por eso la gente me cuenta secretos-, mi mente tiene un asombroso don para la organización cuando se trata del dolor. Nunca se pierde nada de lo que me atormenta, ni siquiera disminuye su color, intensidad o calidad de sonido.