-
Desde las almenas de la torre, Dustfinger contemplaba un lago negro como la noche, donde el reflejo del castillo nadaba en un mar de estrellas. El viento que pasaba sobre su rostro sin cicatrices era frío por la nieve de las montañas circundantes, y Dustfinger saboreaba la vida como si la probara por primera vez. El anhelo que le producía y el deseo. Toda la amargura, toda la dulzura, aunque sólo fuera por un rato, nunca más de un rato, todo lo ganado y lo perdido, lo perdido y lo vuelto a encontrar.