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Creo, sin duda, que cualquier hombre que llegue al Cielo descubrirá que lo que abandonó (incluso al arrancarse el ojo derecho) no se ha perdido: que el núcleo de lo que realmente buscaba, incluso en sus deseos más depravados, estará allí, más allá de toda expectativa, esperándole en "los Países Altos".