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Tengo una última esperanza: si saco dos seises, quizá cambie de opinión y vuelva conmigo. Como si fuera a lanzar un hechizo mágico, soplo los dados igual que hizo Dex... Igual que ocurrió con nuestra primera tirada, un dado cae antes que su compañero. ¡Un seis! Contengo la respiración. Por un instante, veo un amasijo de puntos y creo que vuelvo a tener vagones. Me arrodillo y miro el segundo dado. Es sólo un cinco. He sacado un once. Es como si alguien se burlara de mí y me dijera: "Cerca, pero sin dados".