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Hay todo tipo de experiencias a las que no podemos poner nombre... El nacimiento de un hijo, por ejemplo. O la muerte de uno de los padres. El enamoramiento. Las palabras son como redes: esperamos que cubran lo que queremos decir, pero sabemos que no pueden contener tanta alegría, dolor o asombro. Encontrar a Dios también es así. Si te ha sucedido a ti, sabes lo que se siente. Pero si intentas describírselo a otra persona, el lenguaje no te llevará muy lejos.