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O tal vez es que el tiempo no cura las heridas en absoluto, tal vez esa sea la mayor mentira de todas, y en cambio lo que ocurre es que cada herida penetra en el cuerpo más y más profundamente hasta que un día descubres que la pura geografía de tus huesos -el ángulo de tus caderas, la agudeza de tus hombros, así como el brillo de tus ojos, la textura de tu piel, la franqueza de tu sonrisa- se ha derrumbado bajo el peso de tus penas.