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  • Llamarlo un simple enamoramiento de colegiala era como decir que un Rolls-Royce era un vehículo con cuatro ruedas, algo así como un carro de heno. No se reía salvajemente ni se sonrojaba cuando lo veía, ni marcaba su nombre con tiza en los árboles ni lo escribía en las paredes del Puente de los Besos. Simplemente vivía con su rostro en el corazón todo el tiempo, una especie de dolor dulce e hiriente. Habría muerto por él.