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Fuera, había ese tipo de claridad previa al amanecer, en la que el ímpetu de la vida no acaba de capturar el día. El aire no estaba lleno de conversaciones ni de burbujas de pensamiento ni de risas ni de miradas de reojo. Todo el mundo dormía, todas sus ideas y esperanzas y agendas ocultas enredadas en el mundo de los sueños, dejando este mundo claro y nítido y frío como una botella de leche en la nevera.