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Dios, pero la vida es soledad, a pesar de todos los opiáceos, a pesar de la estridente alegría de oropel de las "fiestas" sin propósito, a pesar de las falsas caras sonrientes que todos llevamos. Y cuando por fin encuentras a alguien a quien puedes contarle tu alma, te sorprendes de las palabras que pronuncias: están tan oxidadas, tan feas, tan vacías de significado y tan débiles por haber permanecido tanto tiempo en la pequeña y estrecha oscuridad de tu interior. Sí, hay alegría, satisfacción y compañía, pero la soledad del alma en su atroz autoconciencia es horrible y abrumadora.