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Recordó a las heroínas de las novelas que había leído, y la legión lírica de aquellas mujeres adúlteras comenzó a cantar en su memoria con voces fraternales que la encantaron. Ahora se veía a sí misma como una de aquellas amoureuses que tanto había envidiado: se convertía, en realidad, en una de aquella galería de figuras de ficción; el largo sueño de su juventud se hacía realidad.