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Se les ofreció la posibilidad de elegir entre convertirse en reyes o en mensajeros de reyes. Como harían los niños, todos quisieron ser correos. Por eso sólo hay correos que van deprisa por el mundo, gritándose unos a otros -puesto que no hay reyes- mensajes que han perdido su sentido. Les gustaría poner fin a su miserable vida, pero no se atreven a hacerlo debido a sus juramentos de servicio.