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Ahora nunca apruebo ni desapruebo nada. Es una actitud absurda ante la vida. No se nos envía al mundo para que aireemos nuestros prejuicios morales. Nunca hago caso de lo que dice la gente corriente, y nunca interfiero en lo que hace la gente encantadora. Si una personalidad me fascina, cualquier modo de expresión que elija me resulta absolutamente encantador.