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Lo esencial es no llegar nunca a ninguna parte, no estar nunca en ninguna parte. Lo esencial es seguir retorciéndose eternamente en el borde de la línea, mientras haya aguas y orillas y rapiña en el cielo un Dios deportivo para asolar a su criatura, per pro sus mierdas elegidas. Me he tragado tres anzuelos y sigo hambriento. De ahí los aullidos. Qué alegría saber dónde está uno, y dónde se quedará, sin estar allí. No hay nada más que hacer que estirarse cómodamente en el potro, con la dichosa certeza de que no eres nadie para la eternidad.