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Nuestras vidas se parecen más a sueños fragmentarios que a la representación de un yo consciente. Controlamos muy poco de lo que más nos importa; muchas de nuestras decisiones más fatídicas las tomamos sin saberlo. Sin embargo, insistimos en que la humanidad puede lograr lo que nosotros no podemos: el dominio consciente de su existencia. Este es el credo de quienes han renunciado a una creencia irracional en Dios por una fe irracional en la humanidad.