-
Los grandes acontecimientos de la vida a menudo le dejan a uno impasible; pasan fuera de la conciencia, y, cuando se piensa en ellos, se vuelven irreales. Incluso las flores escarlatas de la pasión parecen crecer en el mismo prado que las amapolas del olvido. Rechazamos el peso de su recuerdo, y tenemos anodinas contra ellas. Pero las pequeñas cosas, las cosas sin importancia, permanecen con nosotros. En alguna diminuta célula de marfil, el cerebro almacena las impresiones más delicadas y fugaces.