-
Mi juego había llamado por fin a otro ser humano. Sin duda, no podía ser otra que mi verdadero amor. Lentamente, me puse en pie. Háblame, pensé. Y como si me hubiera oído, los labios de la joven se entreabrieron y habló así: ¿Has perdido la cabeza?
Mi juego había llamado por fin a otro ser humano. Sin duda, no podía ser otra que mi verdadero amor. Lentamente, me puse en pie. Háblame, pensé. Y como si me hubiera oído, los labios de la joven se entreabrieron y habló así: ¿Has perdido la cabeza?