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  • Mi fe en la pericia de físicos como Richard Feynman, por ejemplo, me permite respaldar -y, llegado el caso, apostar fuerte por la verdad de- una proposición que no entiendo. Hasta aquí, mi fe no es muy distinta de la fe religiosa, pero no me motiva lo más mínimo ir hasta la muerte antes que retractarme de las fórmulas de la física. Observa: ¡E no es igual a mc2, no lo es, no lo es! Estaba mintiendo, ¡así que ya está!