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Tras reflexionar, decidí que tenía tres puntos débiles principales: Estaba confuso (lo que se evidenciaba en la falta de datos, la incapacidad para coordinar mis pensamientos y la incapacidad para verbalizar mis ideas); tenía falta de confianza en mí mismo, lo que me hacía retractarme de posturas enérgicas; y era demasiado emocional a expensas de un pensamiento cuidadoso y "científico". Tenía treinta y siete años y aún estaba descubriendo quién era.