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El buen obispo de Asís expresó una especie de horror ante la dura vida que llevaban los Hermanitos en la Porciúncula, sin comodidades, sin posesiones, comiendo todo lo que podían conseguir y durmiendo de cualquier manera en el suelo. San Francisco le respondió con esa curiosa y casi asombrosa sagacidad que los no mundanos pueden a veces blandir como un garrote de piedra. Dijo: 'Si tuviéramos posesiones, necesitaríamos armas y leyes para defenderlas.