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Es en el cerebro, y sólo en el cerebro, donde también tienen lugar los grandes pecados del mundo. Usted, señor Gray, usted mismo, con su juventud roja como la rosa y su niñez blanca como la rosa, ha tenido pasiones que le han hecho temer, pensamientos que le han llenado de terror, sueños diurnos y sueños dormidos cuyo mero recuerdo podría manchar su mejilla de vergüenza.