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  • Los cristianos nunca estuvimos destinados a ser normales. Siempre hemos sido santos alborotadores, siempre hemos sido creadores de incertidumbre, agentes de una dimensión incompatible con el statu quo; no aceptamos el mundo tal como es, sino que insistimos en que el mundo se convierta en lo que Dios quiere que sea. Y el Reino de Dios es diferente de los patrones de este mundo.