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Tal es la influencia que ejerce la condición de nuestros propios pensamientos, incluso sobre la apariencia de los objetos externos. Los hombres que miran la naturaleza y a sus semejantes y dicen que todo es oscuro y sombrío, tienen razón; pero los colores sombríos son reflejos de sus propios ojos y corazones ictéricos. Los verdaderos matices son delicados y necesitan una visión más clara.