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El paseante solitario y reflexivo encuentra una singular embriaguez en esta comunión universal. El hombre que ama perderse en la multitud goza de delicias febriles de las que el egoísta encerrado en sí mismo como en una caja, y el perezoso como un molusco en su concha, se verán eternamente privados. Adopta como suyas todas las ocupaciones, todas las alegrías y todas las penas que le ofrece el azar.