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Pero odiaba estar sobrio. Le hacía consciente de la gente que le rodeaba, de ese aire de lucha, de ambición codiciosa, de esperanza más sórdida que la desesperación, de incesante paso arriba o abajo.
Pero odiaba estar sobrio. Le hacía consciente de la gente que le rodeaba, de ese aire de lucha, de ambición codiciosa, de esperanza más sórdida que la desesperación, de incesante paso arriba o abajo.