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  • Dios utiliza el dolor crónico y la debilidad, junto con otras aflicciones, como su cincel para esculpir nuestras vidas. La debilidad sentida profundiza la dependencia de Cristo para fortalecernos cada día. Cuanto más débiles nos sentimos, más nos apoyamos. Y cuanto más nos apoyamos, más fuertes crecemos espiritualmente, incluso mientras nuestros cuerpos se consumen. Vivir con tu "espina" sin quejarte -es decir, dulce, paciente y libre de corazón para amar y ayudar a los demás, aunque cada día te sientas débil- es la verdadera santificación. Es la verdadera curación del espíritu. Es una victoria suprema de la gracia.