-
Papá, jugabas al rounders conmigo, aunque lo odiabas y deseabas que me dedicara al cricket. Aprendiste a llevar una colección de sellos porque yo quería saber. Te sentabas durante horas en los hospitales y nunca, ni una sola vez, te quejabas. Me cepillaste el pelo como debe hacerlo una madre. Renunciaste al trabajo por mí, a los amigos por mí, a cuatro años de tu vida por mí. Nunca te quejaste. Casi nunca. Me dejaste tener a Adam. Me dejaste tener mi lista. Yo era escandalosa. Deseando, deseando tanto. Y nunca dijiste, 'Es suficiente. Basta ya.