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Alguien había volcado el continente americano como una máquina de pinball y todos los bobos habían venido rodando hasta Los Ángeles, en la esquina suroeste. Lloré por todos nosotros. La tristeza y la locura americanas no tenían fin. Algún día todos nos echaremos a reír y rodaremos por el suelo cuando nos demos cuenta de lo divertido que ha sido.