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  • Por fin, en octubre de 1945, entró en la tienda un hombre de ojos cenicientos, plumas en el pelo y rostro bien afeitado. Se acercó al mostrador. "¿Hay alguien aquí con el nombre de Leisel Meminger?". "Sí, está en la parte de atrás", dijo Alex. Tenía esperanzas, pero quería estar seguro. "¿Puedo preguntar quién la llama?". Leisel salió. Se abrazaron, lloraron y cayeron al suelo.