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Imagina una ciudad donde los graffitis no fueran ilegales, una ciudad donde todo el mundo pudiera dibujar lo que quisiera. Donde cada calle estuviera inundada de un millón de colores y pequeñas frases. Donde pararse en una parada de autobús nunca fuera aburrido. Una ciudad que parecía una fiesta a la que todo el mundo estaba invitado, no sólo los agentes inmobiliarios y los barones del gran capital. Imagina una ciudad así y deja de apoyarte en la pared: está mojada.