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El ceño de Roarke se frunció al ver que Casto tomaba el raso negro que se deslizaba sobre el cuerpo de Eva. A la manera de los hombres o de los perros machos poco amistosos, Roarke mostró los dientes.
El ceño de Roarke se frunció al ver que Casto tomaba el raso negro que se deslizaba sobre el cuerpo de Eva. A la manera de los hombres o de los perros machos poco amistosos, Roarke mostró los dientes.