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Llegamos a esta vida sin ser llamados y, si tenemos suerte, encontramos un propósito más allá del hambre, la miseria y la muerte prematura que, no lo olvidemos, es el destino común. Yo crecí y encontré mi propósito, que era convertirme en médico. Mi intención no era salvar el mundo, sino curarme a mí mismo. Pocos médicos lo admitirán, desde luego no los jóvenes, pero inconscientemente, al entrar en la profesión, debemos creer que atender a los demás curará nuestras heridas. Y puede hacerlo, pero también puede ahondar la herida.