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Para el europeo, una característica de la cultura estadounidense es que, una y otra vez, se le ordena a uno "ser feliz". Pero la felicidad no puede perseguirse; debe sobrevenir. Hay que tener una razón para "ser feliz". Sin embargo, una vez encontrada la razón, uno se vuelve feliz automáticamente. Como vemos, el ser humano no persigue la felicidad, sino que busca una razón para ser feliz y, por último, pero no por ello menos importante, actualiza el significado potencial inherente y latente en una situación dada.