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A lo largo de su vida, Albert Einstein conservaría la intuición y el asombro de un niño. Nunca perdió el sentido del asombro ante la magia de los fenómenos de la naturaleza -campos magnéticos, gravedad, inercia, aceleración, rayos de luz- que a los adultos nos parecen tan cotidianos. Conservó la capacidad de mantener dos pensamientos simultáneamente en su mente, de desconcertarse cuando entraban en conflicto y de maravillarse cuando podía oler una unidad subyacente. "Las personas como tú y yo nunca envejecemos", escribió a un amigo más tarde. "Nunca dejamos de permanecer como niños curiosos ante el gran misterio en el que hemos nacido.