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  • La idea de mi futuro me emocionaba y me aterrorizaba al mismo tiempo, como estar en el borde de un acantilado escarpado: podía volar o caerme. No sabía volar y no quería caerme. Así que me alejé del precipicio y fui en busca de algo que tuviera una trayectoria clara y sólida que yo pudiera seguir, como la rayuela.