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  • La mente es su propia hermosa prisionera. La mente miró largamente la luna pegajosa abriendo en el crepúsculo sus alas nuevas y luego se ahorcó decentemente, una tarde. Lo último que vio fue a ti desnuda entre cosas sin desnudar.

    E. E. Cummings (1996). “Tulips and Chimneys”, p.137, W. W. Norton & Company