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  • La tentación es quedarse dentro; hundirse en el tipo de recluso al que los niños del vecindario miran con sorna y poco asombro; dejar que crezcan los setos y las malas hierbas, permitir que las puertas se oxiden al cerrarse, tumbarme en la cama con alguna prenda en forma de bata y dejar que mi pelo se alargue y se extienda sobre la almohada y que mis uñas se conviertan en garras, mientras la cera de las velas gotea sobre la alfombra. Pero hace tiempo que elegí entre clasicismo y romanticismo. Prefiero estar erguida y contenida: una urna a la luz del día.