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La experiencia me ha enseñado que aquellos que dedican su tiempo a las absorbentes demandas de lo que se llama sociedad, al no tener tiempo libre para mantener una gran familiaridad con los órganos de opinión, permanecen mucho más ignorantes del estado general de la mente pública, o de la parte activa e instruida de la misma, de lo que necesita ser un recluso que lee los periódicos.