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  • Miau", replicó el gatito, cruzando miradas con él. Tenía la expresión común a todos los gatitos, la de un tirano en el devenir. 'Yo estaba cómodo, y tú te atreviste a moverte', decían aquellos ojos de jade. Por eso debes morir'. Cuando se hizo evidente para el gato que sus dos o tres libras de masa eran insuficientes para romper el cuello de Locke de un poderoso chasquido, le puso las patas sobre los hombros y empezó a compartir su nariz cubierta de baba con sus labios. Locke retrocedió.

    Scott Lynch (2007). “Red Seas Under Red Skies”, p.387, Del Rey