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Lo que aún no sabía sobre el hambre, pero que descubriría en los veintiún años siguientes, era que a los brillantes teóricos de la economía no les merece la pena dedicar tiempo a debatir las cuestiones de la pobreza y el hambre. Creen que se resolverán cuando aumente la prosperidad económica general. Estos economistas dedican todo su talento a detallar el proceso de desarrollo y prosperidad, pero rara vez reflexionan sobre el origen y la evolución de la pobreza y el hambre. Como resultado, la pobreza continúa.