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Mi sangre subió, mezclándose con mi persistente miedo a lo desconocido para llevarla a un punto febril. Sus labios tocaron la parte inferior de mi cuello y el vértigo hizo girar la habitación, quemando trazos de deseo para instalarse en lo más profundo y bajo de mí. Exhalé la promesa de lo que vendría, llamándola hacia mí. Lo aspiré como si fuera humo, y la pasión creciente provocó una sensación de abandono en mi interior. Ya no me importaba si estaba bien o mal. Simplemente lo era.